Hola, te escribo. ..
Llama a mi puerta, llama por favor.
Toca mi ventana, toca su cristal oxidado de dolor….
Está vez, no tienes razón, no tienes compasión.
Quieres creer y hacerme creer que fui yo, quién no supo abrir su corazón.
Quieres hacerte y hacerme creer que fui yo.
¿No es fácil? ¿Verdad qué no?
Decir lo que sientes, lo que realmente siente tu corazón.
Cavando huecos, soltando el temor.
Culpando a tu camino, a tu triste y vago destino. A tu rotundo NO.
Me encuentro en el momento de decirlo. ¿O quizás no?
Tornaste en ámbar a mi castillo, en una intermitente luz que frena un temerario y repentino solsticio.
Sos como un reloj marcando minutos, marcando segundos, marcando tus latidos.
Midiendo cada milímetro de tu tejido, sosteniendo cada pedazo de tu herido sentido.
Quiero ser fiel a tu sonido, hacer un ritual de tus noches de aullidos, de tus largos alaridos y tus incansables zumbidos.
Escúchame bien, comprendido, incomprendido:
Quiero verte hundido en las sabanas de mi cobijo, en el tumulto de almohadas que entre cortan mis permisos, que entre sueños esconden tus risos, y que con el viento se vuelven mustios bancos de sentido.
¡Adiós! me despido.
Cierra mi puerta, ciérrala por favor.
Aléjate de mi ventana, aléjate por favor…
Larissa Bhöñam Polletté
B.2010
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