Siento que te tengo conmigo y miro al cielo,
Supongo encontrarte, supongo poder besarte.
Es bastante tarde, sigo despierta, dormitando, deambulando,
propagando tu deseo; pensarte, soñarte, desearte, amarte.
Sale el sol y caigo rendida sobre el perfume de las sabanas recién lavadas,
acaricio en un profundo suspiro mi deseo de estar contigo.
Te abrazo en el séptimo sueño, el más profundo. Te miro a los ojos, contengo el aliento, lo siento, te siento.
Veo mis huellas del pasado, marcas sucias plantadas sobre el piso, mis dedos dejaron hundido el suelo con tenues líneas formando semicírculos, aspiro… expiro…
Poso frente a un espejo algo viejo, algo desteñido; pero me contradigo, no veo mi rostro, no veo mi cuerpo. Percibo siluetas encontradas frente a frente. Dos almas queriendo besarse, queriendo tocarse, queriendo encontrarse. La plata marca el reflejo que diseña creativamente unos labios femeninos, un cuerpo a contracara masculino y las manos están unidas.
Lentamente abro los ojos, me molesta el sofoco del intenso calor que atraviesa por la ventana, es verano supongo, me he perdido invierno y primavera pensando…
Me muestro distinta, parece que el sueño me levantó dudas. Corro al espejo del lavabo, quisiera encontrar esas almas unidas, besándose sensualmente. Al abrir la puerta se deja ver mi rostro pasmado sobre el reflejo y un marco, bajo la cabeza, respiro, me doy la vuelta y regreso a la cama.
¿Qué podría suceder? – Me pregunto.
¿Qué podría salir mal? – Comentando entre la almohada y yo; supongo que nada. Asentí con la cabeza agachada.
¡Pero no me miras! – Afirmó el pedazo de cojín vestido con una funda a rayas.
¡Ahhhhhhhhhhhhhhh!- ¡Grité! ¿Pero qué me está pasando?
Caí en el más remoto sentimiento de delirio. Me vuelvo loca si me inclino ante él, le regalo la vida y le beso los pies. Lamento el día que hice eso por primera vez, me humillé a tal grado que terminó dejándome. No quiero seguir añorando ese pasado, no quisiera seguir lamentando ese recuerdo, no pretendo seguir sintiéndome en un eterno vacio, en un sinfín desdén.
Prendo la ducha, claro que el agua caliente rozando mi cuerpo puede llegar a ser la cura de cualquier noche.
Nada puede ser peor, que sentir temor y angustia sin si quiera levantarse de la cama, sin siquiera abrir los ojos por la mañana. – Afirmo.
Me pongo la ropa, me visto para el encuentro, el dichoso momento, aunque tengo muy claro, que ese avión ya partió hace mucho tiempo, sigo teniendo fe, mantengo mi esperanza y anhelo su desenlace. La vida es una ironía, un sarcasmo y una parodia, quizá mañana me ría con un nuevo día.
Guardo perfectamente bien en el bolso todo lo que necesito; llaves, monedero, gafas de sol, unos audífonos, el móvil y tabaco rojo con un mechero. Me dirijo a la puerta principal, atravieso el extenso pasillo, retrocedo; Algo me inquieta, tengo miedo, no quisiera caminar sola por el barrio, me siento desprotegida, observada, criticada y juzgada. Ojala estuvieras aquí, conmigo.
Una suave oleada de aire fresco atraviesa por la ventana del pasillo, choca con mi cuerpo y de pronto me levanta el ánimo, quizá salir no sea tan mala idea después de todo.
Sigo mi camino hacia la entrada principal, la que hoy se convertirá en mi ruta de salida, en mi primer paso al exterior, en mi oportunidad de cambiar el destino, reescribir mi vida y dar inicio a este nuevo ciclo.
Toco la perilla, la giro suavemente, lenta y detenidamente abro la puerta. ¿Cómo da vueltas la vida? ¿Cómo en un instante decides cual es tú destino? ¡Porqué puede no haber elegido ese camino! De pie y frente a mí, con una mano levantada y el puño cerrando haciendo el gesto de querer tocar a la puerta, te encontré…
Te atraje a mí, con un deseo, con ese mismo ímpetu arroparé mi destino, mi camino… Bienvenido.
Larissa Bhöñma Polletté
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