Por: LARISSA BHÖÑAM
POLLETTÉ
Con
el tiempo creo que todas, y sí digo todas nos hemos preguntado ¿qué es la
belleza? y ¿para qué nos sirve? La verdad esa estética demandante no nos sirve
para nada, pero esa belleza “interna” y lo diré entre comillas nos sirve de
mucho.
Tantos días de mí
vida he escuchado a tanas personas decirme; -Deberías arreglarte más. –Pero
porque no te arreglas así todos los días, te ves super bien. Y créanme cuando
les digo que no les entiendo.
Sí que es verdad que
de vez en cuándo una manita de gato, me hace sentir bien conmigo, me hace lucir
mil veces mejor en el espejo, pero nunca me ha llenado el alma. Simplemente ha
llenado un vacío temporal, estético, momentáneo y jamás ha dejado de ser
vanamente lo que yo nunca he querido ser. Ha sido de hecho, un peso extra, y
demasiados momentos incómodos frente a un mundo superficial, delicado y muy
específico en cuánto a belleza, y sigo sin entender.
No hace mucho
decidí “enrolarme” en el mundo visual, en ese pequeño círculo de élite al que
llaman imagen. Lo pensé y me dije –Larissa, así cómo los psicólogos estudian
psicología para buscar su mejor fin, su propia ayuda; quizá podrías hacer lo
mismo y estudiar imagen personal, vaya error al que fui a parar.
Noches y noches de
imaginarme a “una mejor” yo inundaban mi cabeza, siempre creí que si me veía
bien lo demás me tratarían mejor, o al menos, diferente. Y así fue, después de
pasar de sentirse el patito feo de la sociedad, mejoró mi relación con el
mundo. Mi actitud cambió, pero mi ser jamás logró adaptarse. Tuve altas y
bajas, y jamás fui la princesa que no tenía un pelo fuera, pero mi “belleza”
decía algo más de mí, y al parecer los demás lo podían ver. Pero yo seguí
inundada en preguntas irrelevantes para el tema; ¿está soy yo? ¿en realidad me
veo bien? ¿le gusto a los demás, pero por qué? ¿qué más puedo hacer para que
los demás me consideren humano? ¿ qué más hacer para que noten que estoy aquí?
Jamás respondí esas preguntas, al menos no en aquel momento que solía ser de
suma importancia saber las respuestas. Al final del día sólo me llenaba con más
incógnitas que resoluciones. Nunca pude aclararle a mi bello e interesante ser,
qué es lo que los demás querían ver en mí… Creo que ni ellos mismos lo sabían.
Todo esto me trae a
cuenta que cuando era pequeña no tuve una guía espiritual de identidad, o lo
que hoy llaman un gurú de la moda. Desde muy pequeña viví entre hermanos, todos
ellos varones y sin una imagen materna, fiel a quién podría aconsejarme qué y
qué no vestir, porqué una falda sería más bella y no unos pantalones deportivos
que dan una impresión de feminismo al mejor estilo machista, o bien con la
etiqueta de lesbiana dentro de sus indicaciones de lavado. No, nadie me dijo
que cuando tuviera mi primer periodo todo iba a cambiar, pero mis gustos iban a
volverse tan desechables cómo las malditas “toallas sanitarias” con las que he
tenido que cargar todos estos años, ser una fémina medio varonil parecía la
solución más adaptable al momento, y sí, recibí muchos comentarios, mejor dicho
no los recibí pero sabía de su existencia, me llamaban marimacha. Siempre gusté
de actividades recreativas cómo los deportes, la genial velocidad de los
coches, algo de billar, muchas películas de acción, y muchas horas de diversión
con “los cuates”, eso de no llegar a dormir jamás lo vi mal, todos mis amigos,
hombres por supuesto, lo hacían así que por qué yo no. Pobre de mi padre ahora
que lo pienso, él sí que quería una princesa que visitera para la ocasión en su
castillo de esmeraldas, y yo lo más que le pude regalar fue una machito que se
bebía lo que podía y siempre estaba en el meollo de todos los problemas, por
qué, no lo sé pero siempre era igual. Para nada me arrepiento de todo lo
vivido, me divertí cómo nadie, al menos así lo creo yo, aprendí montones de
cosas que hoy me salvan la vida y que muchas mujeres princesas dudarían en siquiera
imaginarlas.
Y hoy estoy aquí
hablando de belleza, esa maldita traicionera que no me permitió ser princesa.
Para los mondrigos cánones de belleza, no fui, no soy, y por supuesto jamás
seré una belleza, pero me he encontrado a mí en el camino. He entendido que quienes
necesitan verme bella son los que más inseguridades tienen de sí mismos, he
dado vuelta a la hoja para darme cuenta que mi prioridad no es la imagen
personal, muy a pesar de que me volví una asesora de imagen personal y que
claro no práctico para nada mi oficio, sí me enseño, que quienes gustan de
verse bien también tienen toda una metodología injusta de criticar, no es fácil
verse bien una hora, mucho menos todo el día. Así que hoy les aplaudo, por todo
su esfuerzo, es admirable que cuiden tanto su aspecto personal y salgan
libradas y librados con todos los “quehaceres” del día, bravo, bravo por
ustedes.
Hoy me vuelvo a ese
ser rebelde, que se ama se acepta y esta determinada a no justificar su
desencanto por el mundo estético. Darle la vuelta a la opinión pública está
claro que no me va a llevar a ningún lado, pero tampoco depender de ella. Así
que hoy por hoy, me declaro bella, hermosa princesa, no de cuento de hadas, si
no, de este cuento maravillo que es la realidad.
De las dudas
existenciales que surgieron durante mi batalla en la adolescencia, entiendo que
siempre habrá quién te critique, quién opine y quién se justifique. Es
terriblemente necesario para el ser humano sucumbir antes la sociedad, romperse
así mismo, y pelear por un lugar en está barbarie mundial. Pues somos
muchísimas personas en el mundo, obvio queremos destacar. Así que en la medida
de lo necesario el mundo estético será mi aliado, y no mi enemigo.
Acerca del título
de esté artículo, no es más que un placer por la atracción. Una necesidad
recíproca de que los demás me vean, y por ende lean esté texto (se ríe para sí
mima). Es un petulante y adulante terremoto de mi ser, plasmado en ideas
hipócritas por defender, quién soy, y a dónde voy. Mañana al releer, pensaré el
por qué y en otra historia les contaré que fue lo que pensé.
(Ojo: Nótese que se
aproxima un texto lleno de temores)
Regresando al
texto, en dónde yo no soy tan engreída. Al principio de esté mencioné algo
entre comillas, “belleza interna” descubrirla te libera, eso dicen. Además de
que siempre dicen que cuando la tengas, por fuera lo demostrarás. Juro, en
verdad juro que ya la descubrí, pero aun no se manifiesta ( se sigue riendo
para sí misma). Vamos a ver, que nos hace ser bellas; la inteligencia, ¡que va!
esa sólo llena de miedo a los demás y los aleja, así que sin tratar de ser
bella para nadie más, alejar a las personas tampoco es la opción y créanme no nos
hará sentir bien; el corazón, pfff ese lo destrozan sin chispar, ¡cuidado!,
pues de dejarse hasta una misma se puede maltratar; generosidad, compañerismo,
profesión, ambición, comodidad, amistad. Todas y cada una de esas resoluciones
no me llevan a ningún otro lado que al tan mencionado sinónimo de felicidad.
Les cuento lo que
pienso; reír, hablar, imaginar, estudiar, besar, madurar, insistir, contemplar,
respirar, pensar, cantar, caminar, observar, amar, balbucear, todas estas son
iguales a las demás, pero creo que percibí una ligera diferencia; todas esas
las hacemos sin pensar demasiado, y simplemente las dejamos suceder, y al final
nos llena más el no analizar.
Soy y seré una
mujer 100% analítica, en verdad, no es algo que quiera dejar de ser. Pero esa
es la belleza interna que yo perseguiré, la de sólo volverme a permitir cosas
simples, cosas que no me hagan pensar de más; dietas, ejercicio, la piel, las
ojeras (y yo sé de eso), tetas, depilación, bronceados, y todas esas cosas las dejaré
de perseguir (cof no lo hacía cof se sigue riendo para sí misma), y sí seguiré construyendo
mi futuro en base a las cosas que disfruto y que amo. Haré todo lo posible para
retomarme poco a poco. Ya luego vendrá el cómo sucedió y qué tal me fue. Un
saludo mis bellezas miserables, ánimo y rebeldía les deseo a todas, seamos
princesas de nuestra realidad.
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