sábado, 2 de noviembre de 2013

Belleza Miserable

Por: LARISSA BHÖÑAM POLLETTÉ

Con el tiempo creo que todas, y sí digo todas nos hemos preguntado ¿qué es la belleza? y ¿para qué nos sirve? La verdad esa estética demandante no nos sirve para nada, pero esa belleza “interna” y lo diré entre comillas nos sirve de mucho.

Tantos días de mí vida he escuchado a tanas personas decirme; -Deberías arreglarte más. –Pero porque no te arreglas así todos los días, te ves super bien. Y créanme cuando les digo que no les entiendo.

Sí que es verdad que de vez en cuándo una manita de gato, me hace sentir bien conmigo, me hace lucir mil veces mejor en el espejo, pero nunca me ha llenado el alma. Simplemente ha llenado un vacío temporal, estético, momentáneo y jamás ha dejado de ser vanamente lo que yo nunca he querido ser. Ha sido de hecho, un peso extra, y demasiados momentos incómodos frente a un mundo superficial, delicado y muy específico en cuánto a belleza, y sigo sin entender.

No hace mucho decidí “enrolarme” en el mundo visual, en ese pequeño círculo de élite al que llaman imagen. Lo pensé y me dije –Larissa, así cómo los psicólogos estudian psicología para buscar su mejor fin, su propia ayuda; quizá podrías hacer lo mismo y estudiar imagen personal, vaya error al que fui a parar.

Noches y noches de imaginarme a “una mejor” yo inundaban mi cabeza, siempre creí que si me veía bien lo demás me tratarían mejor, o al menos, diferente. Y así fue, después de pasar de sentirse el patito feo de la sociedad, mejoró mi relación con el mundo. Mi actitud cambió, pero mi ser jamás logró adaptarse. Tuve altas y bajas, y jamás fui la princesa que no tenía un pelo fuera, pero mi “belleza” decía algo más de mí, y al parecer los demás lo podían ver. Pero yo seguí inundada en preguntas irrelevantes para el tema; ¿está soy yo? ¿en realidad me veo bien? ¿le gusto a los demás, pero por qué? ¿qué más puedo hacer para que los demás me consideren humano? ¿ qué más hacer para que noten que estoy aquí? Jamás respondí esas preguntas, al menos no en aquel momento que solía ser de suma importancia saber las respuestas. Al final del día sólo me llenaba con más incógnitas que resoluciones. Nunca pude aclararle a mi bello e interesante ser, qué es lo que los demás querían ver en mí… Creo que ni ellos mismos lo sabían.

Todo esto me trae a cuenta que cuando era pequeña no tuve una guía espiritual de identidad, o lo que hoy llaman un gurú de la moda. Desde muy pequeña viví entre hermanos, todos ellos varones y sin una imagen materna, fiel a quién podría aconsejarme qué y qué no vestir, porqué una falda sería más bella y no unos pantalones deportivos que dan una impresión de feminismo al mejor estilo machista, o bien con la etiqueta de lesbiana dentro de sus indicaciones de lavado. No, nadie me dijo que cuando tuviera mi primer periodo todo iba a cambiar, pero mis gustos iban a volverse tan desechables cómo las malditas “toallas sanitarias” con las que he tenido que cargar todos estos años, ser una fémina medio varonil parecía la solución más adaptable al momento, y sí, recibí muchos comentarios, mejor dicho no los recibí pero sabía de su existencia, me llamaban marimacha. Siempre gusté de actividades recreativas cómo los deportes, la genial velocidad de los coches, algo de billar, muchas películas de acción, y muchas horas de diversión con “los cuates”, eso de no llegar a dormir jamás lo vi mal, todos mis amigos, hombres por supuesto, lo hacían así que por qué yo no. Pobre de mi padre ahora que lo pienso, él sí que quería una princesa que visitera para la ocasión en su castillo de esmeraldas, y yo lo más que le pude regalar fue una machito que se bebía lo que podía y siempre estaba en el meollo de todos los problemas, por qué, no lo sé pero siempre era igual. Para nada me arrepiento de todo lo vivido, me divertí cómo nadie, al menos así lo creo yo, aprendí montones de cosas que hoy me salvan la vida y que muchas mujeres princesas dudarían en siquiera imaginarlas.

Y hoy estoy aquí hablando de belleza, esa maldita traicionera que no me permitió ser princesa. Para los mondrigos cánones de belleza, no fui, no soy, y por supuesto jamás seré una belleza, pero me he encontrado a mí en el camino. He entendido que quienes necesitan verme bella son los que más inseguridades tienen de sí mismos, he dado vuelta a la hoja para darme cuenta que mi prioridad no es la imagen personal, muy a pesar de que me volví una asesora de imagen personal y que claro no práctico para nada mi oficio, sí me enseño, que quienes gustan de verse bien también tienen toda una metodología injusta de criticar, no es fácil verse bien una hora, mucho menos todo el día. Así que hoy les aplaudo, por todo su esfuerzo, es admirable que cuiden tanto su aspecto personal y salgan libradas y librados con todos los “quehaceres” del día, bravo, bravo por ustedes.

Hoy me vuelvo a ese ser rebelde, que se ama se acepta y esta determinada a no justificar su desencanto por el mundo estético. Darle la vuelta a la opinión pública está claro que no me va a llevar a ningún lado, pero tampoco depender de ella. Así que hoy por hoy, me declaro bella, hermosa princesa, no de cuento de hadas, si no, de este cuento maravillo que es la realidad.

De las dudas existenciales que surgieron durante mi batalla en la adolescencia, entiendo que siempre habrá quién te critique, quién opine y quién se justifique. Es terriblemente necesario para el ser humano sucumbir antes la sociedad, romperse así mismo, y pelear por un lugar en está barbarie mundial. Pues somos muchísimas personas en el mundo, obvio queremos destacar. Así que en la medida de lo necesario el mundo estético será mi aliado, y no mi enemigo.

Acerca del título de esté artículo, no es más que un placer por la atracción. Una necesidad recíproca de que los demás me vean, y por ende lean esté texto (se ríe para sí mima). Es un petulante y adulante terremoto de mi ser, plasmado en ideas hipócritas por defender, quién soy, y a dónde voy. Mañana al releer, pensaré el por qué y en otra historia les contaré que fue lo que pensé.

(Ojo: Nótese que se aproxima un texto lleno de temores)
Regresando al texto, en dónde yo no soy tan engreída. Al principio de esté mencioné algo entre comillas, “belleza interna” descubrirla te libera, eso dicen. Además de que siempre dicen que cuando la tengas, por fuera lo demostrarás. Juro, en verdad juro que ya la descubrí, pero aun no se manifiesta ( se sigue riendo para sí misma). Vamos a ver, que nos hace ser bellas; la inteligencia, ¡que va! esa sólo llena de miedo a los demás y los aleja, así que sin tratar de ser bella para nadie más, alejar a las personas tampoco es la opción y créanme no nos hará sentir bien; el corazón, pfff ese lo destrozan sin chispar, ¡cuidado!, pues de dejarse hasta una misma se puede maltratar; generosidad, compañerismo, profesión, ambición, comodidad, amistad. Todas y cada una de esas resoluciones no me llevan a ningún otro lado que al tan mencionado sinónimo de felicidad.

Les cuento lo que pienso; reír, hablar, imaginar, estudiar, besar, madurar, insistir, contemplar, respirar, pensar, cantar, caminar, observar, amar, balbucear, todas estas son iguales a las demás, pero creo que percibí una ligera diferencia; todas esas las hacemos sin pensar demasiado, y simplemente las dejamos suceder, y al final nos llena más el no analizar.


Soy y seré una mujer 100% analítica, en verdad, no es algo que quiera dejar de ser. Pero esa es la belleza interna que yo perseguiré, la de sólo volverme a permitir cosas simples, cosas que no me hagan pensar de más; dietas, ejercicio, la piel, las ojeras (y yo sé de eso), tetas, depilación, bronceados, y todas esas cosas las dejaré de perseguir (cof no lo hacía cof se sigue riendo para sí misma), y sí seguiré construyendo mi futuro en base a las cosas que disfruto y que amo. Haré todo lo posible para retomarme poco a poco. Ya luego vendrá el cómo sucedió y qué tal me fue. Un saludo mis bellezas miserables, ánimo y rebeldía les deseo a todas, seamos princesas de nuestra realidad.